martes, 28 de febrero de 2023

El pinta-fantasmas

 Los fantasmas no vienen de la muerte, vienen de la mente. Se exprimen desde nuestras cabezas, verdes y transparentes a través de tubos de cristal invisibles. Lo sé porque soy un fabricante de fantasmas. Voy por la ciudad e invento fantasmas, los planto en la cabeza de la gente y los veo crecer. Es muy fácil hacer un fantasma.  Basta con tener una historia y un objetivo y tener la paciencia de dejar que esa historia crezca hasta convertirse en un fantasma.

La historia no tiene por qué ser grande, tampoco tiene por qué ser clara. El otro día sentí que una historia latía en mi mente, así que fui a una gran tienda de muebles en el centro de Utrecht. Dentro de la tienda, tumbado en una cama, dejé un papelito que decía "Esta cama NO está poseída por el espíritu demoníaco de un pirata escocés" y así de fácil se plantó una semillita de fantasma.  No importaba que yo escribiera que no había ningún fantasma. La gente no puede contenerse, la paranoia se apodera de ellos y al cabo de un rato, puedo ver a un montón de fantasmas escoceses frescos cayendo a las calles como plátanos de un platanero fantasma.

Podía haber elegido otra profesión, pero esta era la profesión de mi padre, y como mi padre la hago. La paga no está mal y me gusta mi trabajo. Como soy soltero, los fantasmas me hacen compañía.

Hoy más que nunca. La gente necesita esperanza. La gente está triste, con noticias siempre malas, siempre nueva gente que desaparece, siempre nueva gente que se muere. Por eso la gente necesita fantasmas. Los fantasmas ayudan a dibujar la sombra de un  sentido. Mi papá me dijo eso. Decía que los fantasmas son buenos, que ayudan a la gente a creer que hay algo más que el caos del aquí y ahora. Mi papá decía que los fantasmas dan forma a las cosas, una forma que tiene sentido para la gente. Sin ese sentido no hay nada. Si no hay nada, no hay razón para hacer algo, no hay razón para levantarse a las cuatro de la mañana y trabajar en la panadería. Si no hay panadería, no hay croissants calientes. Y si no hay croissants calientitos, no tengo nada que comer. Me encantan los croissants calientitos y dulces.

No sé quién paga para que yo vaya a llenar las calles de espíritus fluorescentes. Los sobres con dinero siempre llegan a tiempo, así que no me quejo. Tengo dinero suficiente para sentarme en un café toda la tarde. Me siento a ver mis fantasma-globos verdes volando por las calles.

A veces creo juegos de fantasmas para pasar el rato. Las personas son como prismas a los que apuntar la luz, así que simplemente juego con mis prismas y veo qué colores y fantasmas salen de ellos...

Un juego al que me gusta jugar es crear una descripción del fantasma como: "el espíritu de un vaquero, que lleva un sombrero, y encima de ese sombrero el fantasma lleva otro sombrero igual pero más pequeño y en ese sombrero más pequeño lleva un sombrero aún más pequeño, y encima de ese sombrero pequeñito lleva un sombrerito de juguete chiquitito, y cada sombrero tiene un sombrero más pequeño y así hasta el infinito".  Cuantos fantasmas vaqueros hago.  Salen caminando altos, con sus grandes torres de sombreros. Pero la gente no puede visualizar sombreros hasta el infinito. Y de eso se trata. Me gusta contar cuántos sombreros puede imaginar una persona. A veces el fantasma tiene 8, a veces 6, si son pendejos 4 pero a veces consigo muchos como 20. Cambio mis descripciones y trato de conseguir la puntuación más alta. Si una persona hace un fantasma con muchos sombreros le doy un croissant como premio, y eso significa mucho para mí porque me gustan mucho los croissants.

No sólo me divierto, a veces también me gusta investigar. Investigo un tema que me interesa, como ¿Qué hace que una ceja sea fea? asi de la nada es difícil de decir...Por eso doy una vaga descripción de fantasma como: "el fantasma de un niño con una sola ceja fea" y después de ver a todos los niños fantasmas con sus cejas feas puedo entender realmente lo que hace que una ceja sea realmente fea. Y entonces me siento sabio porque yo sé cosas que la mayoría de la gente ignora.

Veo a mis fantasmas favoritos arrastrándose como una gran serpiente, llevando sombreros y montando mascotas, mojándose con la lluvia. Los fantasmas no van a trabajar, simplemente pasean por las calles hasta que se disuelven como algodón de azúcar verde y pegajoso.

A veces estoy paseando por la calle comiendo un croissant y entonces siento como un fantasma se me mete por la nariz. La sensación del fantasma metiéndose dentro de mí hace que casi quiera vomitar mi dulce croissant. Porque cuando el fantasma está dentro de mi nariz el olor del fantasma me hace notar mi propio olor. Y no me gusta ese olor a podrido. Es olor a cerveza caliente, de mediocridad, de repetir el mismo ciclo y hacer felices a los mismos fantasmas y a esa gente que me manda dinero en sobres blancos.

Esos sentimientos me hacen sentir triste conmigo mismo, y me pregunto si no podría hacer algo diferente, algo que no sea un fantasma. Quizá un caballo rojo que sepa cantar o una papaya azul que brille de color verde. Quizá un mundo sin fantasmas no sería un mal mundo.  Pero sé que hacer cosas diferentes puede traer problemas grandes.

Cuando era joven vi a un hombre raro trepando a un árbol muy grande. El hombre llevaba ropas raras, como él y un gran sombrero con cintas de colores. Trepar a un árbol era algo diferente. No sé por qué alguien se subiría a un árbol tan grande. No pude preguntarle porque antes de que pudiera hacer nada vi como el hombre se caía del árbol. El hombre raro se cayó y se murió. Antes de morir aullaba hasta que un pequeño charco de saliva se le derramó por la barbilla.  Y ese último grito sonó con la misma voz que el viento.

Este hombre tuvo una vida antes, pero ahora es un fantasma translúcido. Un fantasma en mi pequeño ejército de fantasmas. Cuando estaba vivo, este hombre no sólo era raro, pero un pervertido . Su pasatiempo favorito era caminar muy despacito detrás de la gente... los acechaba durante horas y cuando no miraban se acercaba despacito y tiujjjjjj  les daba un lamidito adentro de la oreja. Un húmedo y cálido lametón dentro del hoyo de la oreja. Ahora está muerto. Pero no por eso se detiene. Todavía va por ahí lamiendo las orejas de la gente. La muerte no le paró esa lengua lamedora.

Espera un segundo y siente tu oreja.  ¿Sientes un pequeño cosquilleo? como un rocesito invisible, ¿Puedes sentir la punta de su lengua? es sólo un pequeño roce, se siente casi como comezón. 

pip, pip, siente tu oreja .... pip, pip, pip, siente ese toquesito en tu oreja ....

Veo al fantasma siguiéndote a casa después de que leas esto. Te seguirá a casa y nunca se irá. Se quedará contigo.  Te lamerá la oreja cuando no estés mirando. No hay sacerdote que lo exorcise. No importa cuánto grites, no se irá. El fantasma del hombre raro te va a dar pequeños lametones en la oreja hasta el día que te mueras. Te seguirá a todos lados,  trepará por las paredes de tu baño para verte mear.

Pero no te preocupes, hay una manera. Sé cómo ahuyentar a este fantasma malcriado. Piensa en un fuego que arda más fuerte que el infierno. Abre la nevera, saca la mantequilla y la leche. Añade la harina, el azúcar, la sal y la levadura y prepara la masa en forma de rectángulo grande. Con cuidado, encierra la capa de mantequilla dentro de la masa y dóblala en triangulitos, repite este proceso una y otra vez. Cuando hayas terminado, deja el croissant recién horneado frente a tu ventana exactamente a las 6 de la mañana.

Cuando el sol trae un nuevo día. Un nuevo día con nuevas historias tristes. Nueva gente que desaparece y nueva que muere. Pero en las ventanas los croissants esperan... calientitos, dulces y crujientes